Esta herramienta basada en la educación en positivo que se muestra muy efectiva cuando se quiere cambiar una conducta determinada o se desea que el niño asimile una nueva.
Los sistemas de recompensas son una herramienta basada en la educación en positivo que cada vez más padres utilizan en casa gracias a su eficacia para cambiar una conducta o promover la asimilación de una nueva en un niño que nunca antes ha hecho la tarea que se quiera inculcar. Son una alternativa ideal al castigo tradicional, mucho más efectiva a medio y largo plazo, y sin necesidad de educar en clave negativa y autoritaria, sino todo lo contrario.
El consenso entre los psicólogos y pedagogos especializados en edad infantil es amplio acerca de la utilidad de los sistemas de recompensas en momentos determinados porque los críos funcionan muy bien por objetivos, sobre todo si son atractivos y accesibles, lógicamente. Por ejemplo, cuando queréis incentivar que el niño se lave los dientes por primera vez o sea constante en dicha tarea de higiene.
Pero no se trata de “comprarle” con algo material, sino de consensuar un sistema de puntuación divertido y motivador para el niño que cuenta con una recompensa final gratificante y atractiva para él sin necesidad de que esta sea un premio material.
Ideas para ponerlo en práctica
Hay muchas formas de diseñar un sistema de recompensas, pero lo más importante en este sentido es que la dinámica se adecúe bien a la edad del niño. Para los más peques, por ejemplo, se puede elaborar un semáforo casero en el que según haya sido su predisposición o su esfuerzo de cara a la tarea recompensada se marque en verde, rojo o ámbar cada día de la semana.
El más utilizado, en cambio, es el sistema de puntos, en el que el niño los acumula cuando cada día lleva a cabo aquello para lo que se haya trazado la dinámica de recompensa. Para marcar dichos puntos, se pueden pintar caritas en función del resultado o utilizar pegatinas, por mencionar dos alternativas muy extendidas entre quienes emplean esta herramienta en la educación de sus hijos. En los niños más mayores, una alternativa eficaz es hacer un sistema mediante el cual ganen puntos físicos a modo de “monedas” que luego pueden canjear por el premio fijado con anterioridad. Pero la realidad es que no importa tanto qué tipo de sistema elegir, sino ejecutarla de la forma adecuada.
Cómo hacerlo
Para ello, es fundamental en primer lugar explicarle bien al niño en qué consiste esta herramienta y negociar el premio final de la misma. Es importante que este sea consensuado porque le motivará conseguirlo. Ir al cine el fin de semana en familia, dedicar más tiempo a su actividad favorita, o que elija él la comida del sábado, son tres ejemplos de premios. Es importante que estos se “entreguen” de forma inmediata; es decir, si el sistema se ha desarrollado de lunes a viernes, que el fin de semana el niño disfrute de su premio.
Otro detalle importante antes de arrancar el sistema de recompensas es fijar muy bien la tarea para la que se diseña el plan. Los expertos recomiendan que sea haga como mucho con dos tareas, si bien lo recomendable es asociarlo solo a una, cuanto más concreta mejor.
Además, es necesario ser consistente y coherente con el sistema, entendiendo por ello no dejarlo de repente y luego retomarlo, u olvidarse de él tres días y hacerlo dos. Además, no son sistemas que deban utilizarse todas las semanas porque existe el riesgo de que pierdan efectividad. Es mejor no prolongarlos más allá de dos o tres semanas. Menos tiempo, pero de forma constante es garantía de éxito en lo que respecta al uso de esta divertida herramienta.
Por último, es importante valorar y reconocer el esfuerzo del niño si se ha implicado en la tarea recompensada. Si las metas son muy elevadas, se frustrarán y dejarán de estar motivados por conseguir su premio. Y si les exigimos desde el primer momento que cumplan los cinco días de la semana con dicha tarea, y no valoramos que la hayan llevado a cabo tres o cuatro días, puede tener un efecto contraproducente en su autoestima el sistema de recompensas. Lógicamente, depende de la edad del niño y su predisposición general, pero en la medida de lo posible los expertos recomiendan reconocer el esfuerzo realizado sin necesidad de que el crío haya alcanzando o no el objetivo marcado.