Qué son, para qué sirven y por qué son necesarias.
Contraria a la creencia popular, una de las mayores muestras de amor que puedes darle a tu hijo es vacunarlo, pues sólo así podrás protegerlo de enfermedades que ponen en riesgo su vida o que pueden acarrearle secuelas graves.
Desde que se inició la vacunación en todo el mundo, el número de casos de algunas enfermedades que antes eran comunes disminuyó dramáticamente, protegiendo a millones de bebés y salvando miles de vidas de niños mayores.
Aunque hoy muchos de estos padecimientos (en algunas ocasiones mortales) son poco frecuentes, la vacunación sigue siendo necesaria pues los virus y las bacterias que los provocan todavía existen y pueden transmitirse a quienes no han sido inmunizados.
Recuerda que un programa integral de salud, es la mejor arma para estimular y fortalecer el sistema inmunológico de tu hijo.
Según Antonio Arista, pediatra infectólogo, son “productos biológicos compuestos tanto por virus que pueden estar vivos o muertos, como por proteínas que son fragmentos o toxinas obtenidos de algunas bacterias”.
Su función principal es proporcionar inmunidad o dar protección contra ciertos organismos, ya que activan el sistema de defensa contra el cuerpo invasor para el cual están hechas. “Imitan la enfermedad pero sin los signos y síntomas de la misma, además, sin el riesgo de morir”.
Es decir, al vacunar a tu bebé su sistema “practicará” cómo combatir el padecimiento produciendo anticuerpos que reconocerán partes específicas del germen inyectado y de esta manera, si alguna vez llega a estar expuesto, su cuerpo ya sabrá qué hacer para no contagiarse.
Por eso, lo mejor que puedes ofrecerle es llevarlo al médico en las fechas que indique su cartilla y asegurarte de que reciba las dosis acordes a su edad; considera que de no hacerlo, su riesgo de contagio incrementará y sus posibilidades de tratamiento y recuperación podrían comprometer más tiempo del habitual y con consecuencias más severas.